jueves, 28 de mayo de 2009

EL INICIO...


La agenda de los quehaceres del año 2007, marcaba 26 de Mayo, día de trajines distintos llenos de ansiedad y locura. Uno de nuestros colegas, había cancelado su participación en una actividad en “Los Delfines” cerca de Playa Tambor así que luego de tocar hasta las tres de la tarde en el Hotel la Condesa, iniciamos el viaje que nos llevaría sin saberlo al futuro de los sueños, había que tomar el ferry de las seis y corriendo por aquí, acelerando por allá, lo alcanzamos… ¡Ah! Que travesía!. Desembarcamos en Paquera y de ahí treinta minutos más a toda máquina, había que llegar a tiempo. Carlos Roberto “Pipo” Chávez  y “Ricardito” Fonseca nos estaban esperando, listos para toca, de no ser porque el equipo estaba en nuestro automóvil.

Llegamos más que ajustados pero a las 7:50 ya estábamos listos para iniciar. Escuchamos un par de discursos de una empresa constructora comprometida con el ambiente y el desarrollo de la zona, lo que nos sonó a bla, bla, bla, como todos los discursos políticos. Luego vino la música, el vino y después de dos horas la cama.

Alrededor de las 8:30 de la mañana del día siguiente, Pipo, Ricardito, Jenny y yo, acompañados de toda una comitiva; subimos a desayunar. En el trayecto que va desde las habitaciones hasta el restaurante, encontramos a este enigmático personaje, Guillermo Hoppe, el cual nos invitó a cenar con ellos aquella noche.

Pipo y Ricardito, debían regresar temprano a San José así que únicamente Jenny y yo aceptamos la invitación; cerca del medio día Guillermo pasó por nosotros para llevarnos a conocer el lugar y sus maravillas naturales, y nos invitó a almorzar en “Bahía Ballena” no sé y no creo que ninguno de los que estábamos en la mesa sepa como vino la conversación, pero en un momento estábamos hablando acerca de la creación de una Escuela de Música en la Bahía… sin más y sin conocernos, preguntó - ¿Cuánto se necesita?.. - ¿Hecho?.. – ¡Hecho!.. Y así, sin saber cómo ni por qué, el rumbo de nuestras vidas estaba dando un giro de ciento cincuenta grados.

Cerca de las ocho de la noche, compartimos con un grupo de desconocidos, en un lugar desconocido y sin saber quien pagaría semejante cuenta, nos presentaron a un macho de ojos azules Donald Thomson y a su esposa, Terry Lee, ellos pagarían la cuenta, no solo la del restaurante sino también la de aquella alocada idea.

Por la mañana luego de aquel festejo visitamos una escuelita, en un lugar que a nuestros ojos no era más que una calle polvorienta… rodeada de unas cuantas casas, en donde el sol hervía con su furor los humildes techados.

Ahí en ese recóndito lugar, conversamos con los niños y tocamos algo para ellos; su sorpresa fue la nuestra y su alegría empezó a llenar nuestros corazones, entonces don Don, aquel rubio de ojos azules dijo, -creo que ya encontramos en donde…- un par de horas después estábamos tocando una vez más, en ese mismo pueblito pero esta vez para otro rubio de ojos azules, quien estaba vendiendo un pedazo de este paraíso llamado Pochote y que al escuchar acerca de nuestra idea, secó sus lágrimas y estrechó la mano de Don.

Teníamos entonces el lugar, pero ¿a quien?, esta es una comunidad tan pobre que quién podría pagar un centavo por clases de música y ese fue el mejor momento de nuestra historia, - a ellos – a los que no pueden pagar, a los que estén deseosos de aprender y que sueñan con ser protagonistas de su propia historia descalza. A aquellos de “fe bronceada” diría mas tarde un gran amigo y compañero, a estos desprovistos económicamente, a todos.

Un mes más tarde y no con menos peripecias que las descritas en las anteriores líneas, llegamos una vez más a Pochote, pero esta vez llegamos para quedarnos. Ahí nos recibió en el segundo piso de un lugar más bien deteriorado, un hombre con media centuria sobre sus hombros, de mirada profunda y sonrisa amable; apretó mi mano y saludó cordialmente a Jenny, Hänsel Hoppe, nos recordó, ayudándonos a subir nuestras maletas nos indicó el lugar donde pasaríamos aquella noche. Quien habría de pensar que este personaje singular tendría tanto por aportar a este sueño, pero por el momento a dormir.

Mañana maravillosa, al salir al balcón, la vista inmejorable, mostraba un mar azul profundo y un cielo despejado. Las arenas se extendían más allá de donde mis ojos alcanzaban y la brisa fresca de aquella mañana nos mostraba una vez más el paraíso.

Durante las dos primeras semanas, no tuvimos ningún éxito, el pueblo quería saber quienes éramos y que hacíamos ahí; y que queríamos a cambio de esas clases gratuitas.

Fue de Terry, la idea de empezar a trabajar en la escuela primaria colaborando con el programa de música, enseñando los himnos patrios, ayudando a mejorar los actos cívicos y en fin cualquier cosa que nos permitiera acercarnos a la comunidad.

Poco tiempo después tuvimos nuestra primera lista de alumnos, ¡todos querían tocar guitarra por supuesto!, pero una niñita morenita levantó la mano y afirmó – yo quiero tocar violín- probablemente mis ojos brillaron como nunca antes, y sin esperar dos veces al día siguiente ya se encontraba en su primera clase.

Dos meses pasaron, y nuestro haber instrumental se limitaba a un violín, el mío, un cello. el de Jenny y un piano electrónico. Aún así los niños no faltaban ninguna tarde y si debían esperar turno o no, ellos estaban ahí. Conseguimos hojas, lápices de color, rompecabezas, cartas y un sinfín de utensilios para entretenerlos; pero todavía no había instrumentos. Una noche después de que aquella primera niña, tocara las cuerdas al aire, para un grupo de extranjeros, empezó la siguiente etapa de esta locura, que para aquel momento se llamaba Escuela de Música Harmony.

Llegaron nuestros primeros instrumentos, fruto de donaciones y en especial fruto de un alto aporte económico de aquella empresa del logo gris “Harmony Development”.

El año siguió su curso, como era de esperar muchos vinieron, muchos se fueron, aquel que tocaba hoy violín mañana quería cello y viceversa. El invierno inundó las aulas, los caminos se volvieron intransitables, de orilla a orilla aquella, que en verano era polvo ahora era barro… pero los niños seguían viniendo.

Al pasar  de los días, nuestra familia aumentaba en número, contábamos con Wendi, una joven madre tenaz y audaz, quien mantenía todo en impecable orden, Hänsel, que llenaba nuestras cabezas con sus ideas llenas de ilusión y verdad, Jenny, ganaba corazones a través de su peculiar encanto, Tey, con sus ánimos de baile y su largo historial de secretaria a cuestas y yo. Para entonces Terry Lee se encargaba del manejo administrativo, el cual consistía en revisar como se hacía para cubrir todos los gastos de la institución, cuando en el mejor de los casos teníamos a lo sumo siete estudiantes con posibilidad de pagar. Un día llegó nuestro flamante nuevo encargado de seguridad, Juancito, quien en realidad trabajaba para la compañía Harmony como operario en Gipson y como quien no quiere la cosa con un montón de cursos de ingeniería informática bajo el brazo; pero debido a la necesidad de la Escuela y gracias a la influencia de Terry, fue cedido a nuestro proyecto. Al cual le faltarían dos elementos más que llegarían hasta el año 2008, Jennifer, quien se encargaría de potenciar el rendimiento académico de los niños, el cual por lo general era bastante bajo y Tita, joven egresada de  arquitectura, que trabaja intensamente en el diseño de la futura infraestructura de “nuestro” pueblo.

A salto y brincos concluyó el año, con un sin fin de actividades, todos estábamos maravillados, los niños con un gran esfuerzo y haciendo gala de su tenacidad, convirtieron aquella adversidad en una maravillosa cantata, aquel arduo calor en un delicioso recital y aquella incredulidad de los primeros días en la fe más certera. ¡Pochote es futuro!

El viernes 14 de diciembre, a las siete en punto de la noche, se encendieron las luces de nuestro flamante escenario y los niños irrumpieron el lugar mezclando el sonido de las  olas con el de sus blancas voces. Aquella fue una noche memorable para el pueblo, la gente no cabía en su admiración y nosotros sentíamos que el esfuerzo nos tendía sus frutos.

Vestidos de dignidad y en sus mejores galas, dio inicio el recital del sábado 15, en el cual niños y jóvenes mostraban lo aprendido durante aquellos meses de deleite. Los aplausos no se hicieron esperar y nuestra abarrotada sala, se llenaba una vez más de algarabía.

No fue menor la algarabía que mostraron aquellos infantiles rostros durante la fiesta de final de año, el primero de todos los que vengan, el primero de un sueño eterno…

JORGE SILIEZAR RUIZ

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario